Estos son los que… no pudieron mostrar… si eran de Israel… de los sacerdotes… los hijos de Barzilai, el cual tomó mujer de las hijas de Barzilai galaadita, y se llamó del nombre de ellas. Estos buscaron su registro, y no se halló; y fueron excluidos del sacerdocio, y les dijo el gobernador que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim. Nehemías 7:61, 63–65
Este capítulo contiene un nuevo registro genealógico. Se trata de personas que regresaron del cautiverio en Babilonia. Sin embargo, hubo algunas familias que no pudieron demostrar claramente su ascendencia como hijos de Israel. Además de esto, varias familias no pudieron demostrar que pertenecían a la línea sacerdotal. Incluso una de estas familias adoptó el nombre de un famoso pariente, Barzilai, quien había mostrado bondad al rey David cuando este huyó de su hijo Absalón. ¿Qué sucedió entonces con su petición de ser reconocidos como sacerdotes?
Para demostrar que eran verdaderamente sacerdotes, estas familias debían probar que descendían de Aarón, el primer sumo sacerdote de Israel. Aunque el parentesco con Barzilai era notable, no se les podía conferir el sacerdocio ante Dios. Al no poder demostrar su linaje sacerdotal, el gobernador determinó que estaban contaminados y no podían comer de las ofrendas más sagradas. ¿Hasta cuándo? Hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim, que eran las luces y las perfecciones en el pectoral del Sumo Sacerdote. Solo así sus derechos podrían ser restablecidos (si los había).
Hoy en día, es esencial que quienes ejerzan de sacerdotes ante Dios sean salvos. No hay nada más que esto: ni la pertenencia a una denominación o iglesia en particular, o los títulos religiosos, por muy eminentes que sean. Nada puede sustituir al nuevo nacimiento, que es el único que puede capacitarnos para ser sacerdotes de Dios. Por lo tanto, todos los verdaderos hijos de Dios son sacerdotes delante de él (véase 1 P. 2:5).