Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como grabadura de sello, Santidad a Jehová. Y la pondrás con un cordón de azul, y estará sobre la mitra; por la parte delantera de la mitra estará. Y estará sobre la frente de Aarón, y llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará continuamente, para que obtengan gracia delante de Jehová. Éxodo 28:36–38
La “diadema santa”, mencionada en Éxodo 39 y Levítico 8, era una lámina de oro puro con la inscripción “Santidad a Jehová” en ella. Esta diadema se colocaba en la frente del turbante del sumo sacerdote Aarón, y representa un aspecto importante del servicio de nuestro gran Sumo Sacerdote. Nuestro gran Sumo Sacerdote se compadece de nuestras debilidades y nos ayuda en tiempos de necesidad durante nuestra travesía por el desierto (He. 4:14–15). Sin embargo, él también cumple una función que vemos en el orden aarónico del sacerdocio: llevar “las faltas cometidas en todas las cosas santas… [que se] hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas… para que obtengan gracia” delante de Dios. A pesar de nuestras imperfecciones, la adoración de los creyentes es aceptable para Dios. Hay un himno en inglés que dice algo así: «A todas nuestras oraciones y alabanzas, Cristo añade la fragancia de su Persona».
Meditemos en el profundo sufrimiento de Jesús en la cruz y su clamor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. La respuesta se encuentra en el mismo salmo: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” (Mt. 27:46; Sal. 22:1, 3). Allí vemos al Santo e inmaculado, coronado de espinas, despreciado y rechazado por la humanidad, llevando sobre sí el justo juicio de un Dios santo contra el pecado. Ahora lo vemos llevando una corona de oro en su frente, con la inscripción ‘Santidad a Dios’, la cual nunca será removida. Nuestro gran Sumo Sacerdote nos representa ante Dios conforme a sus propias perfecciones. ¡Sublime gracia!